CURSILLO PREBAUTISMAL

El Bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia. Contiene en germen toda la acción santificadora de la gracia de Dios, que se irá desarrollando a lo largo de toda su vida. El hombre que hoy se bautiza como niño, llegará con la ayuda de la Iglesia, a responder conscientemente a la gracia que ha recibido. Necesitará de sus padres y de la misma Iglesia, pues son quienes han proclamado la fe en nombre el niño y se han hecho garantía de la educación y del desarrollo de su fe.

El Bautismo es una gracia Inestimable

‘Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios’ (Juan 3,5)

El Bautismo nos imprime el ‘sello del Señor’ con que el Espíritu Santo nos ha marcado para el día de la redención. Efesios 4, 30

Hay una manera muy efectiva de ver el Bautismo para descubrir todos sus tesoros y es el considerar los signos de que va acompañada su celebración:

  • Se le signa con la Cruz, porque toda la gracia de la redención de Cristo se ha volcado sobre su alma.
  • Se le proclama la Palabra, porque ha sido engendrado a la vida de la fe.
  • Se le exorciza, porque el demonio, causante e instigador del pecado, ya no tiene que hacer nada allí.
  • Se le dicta hacer promesas y recitar el Credo, porque va a ser testimonio de Cristo y un valiente proclamador de la fe.
  • Se le sumerge en el agua, que le limpia de todo pecado y le infunde la vida del Resucitado, haciéndole una nueva creación.
  • Se le unge con el sagrado crisma, porque se ha convertido en otro Cristo, en miembro viviente de Cristo Jesús.
  • Se le viste de blanco, signo de la inocencia que se lleva en su alma.
  • Recoge una vela encendida, porque ha sido alumbrado con la luz de Cristo y sale a iluminar al mundo.
  • Reza, y todos rezan con él y por él la oración del Padrenuestro, enseñada por Jesús, porque ese recién bautizado, sin que él se dé cuenta, es ya un hijo de Dios.
  • Se bendice a sus papás, porque la Iglesia les agradece, en el nombre del mismo Dios, ese nuevo hijo o hija que han traído como un ciudadano más del Reino y de la Gloria.

El momento culminante de nuestra vida no es precisamente aquel en que vimos la luz primera ni lo será el momento último, sino que es el momento en que cayó sobre nuestra cabeza el agua bautismal. Porque nacimos para ser hijos de Dios, nuevo nacimiento que nos da el Bautismo; y morimos para entrar de lleno en la gloria de Dios, coronamiento de la vida que el Bautismo nos dio.

Que sea el bautismo de quienes no han llegado a la edad de poder decidir por sí mismos no es ningún impedimento para que la gracia de Dios actúe. Por eso, igual que vuestro/a hijo/a recibirá de vosotros el amor, el cuidado y la educación debidos, junto con todo lo necesario para su bien, y que no pueden hacer por sí mismos, así creemos que podemos hacerles partícipes de los motivos fundamentales por los que vivimos: de nuestra fe, de la gracia de Dios en nuestras vidas, del divino amor entre nosotros, de la dimensión divina del amor humano.

El Bautismo es una gracia de Dios extraordinaria y causa de legítimo orgullo, es también un compromiso serio que adquirimos con la Iglesia y con el mismo Jesucristo.